En mi trabajo somos muy de teorizar todo, desde lo eminentemente profesional hasta lo simplemente cotidiano. Una de nuestras afamadas teorías se basa en la conquista psicológica por la vía de las banderitas, de aplicación sobre todo a las relaciones de pareja.
Básicamente viene a decir que las parejas, desde el momento en que se conforman, entran en una lucha "posicional" y raras veces perceptible mediante la cual se van dejando claras ciertas posturas y tradiciones. Si un miembro de la pareja "acostumbra" al otro a que el fútbol se ha de ver en el momento en que lo televisen, sin importar que juegue la Ponferradina contra el Valladolid B, se trata de terreno conquistado; se instala la banderita del fútbol en el cerebro de la pareja perdedora y la bandera ondeará orgullosa mientras no se revuelva el abatido enemigo... momento en que una nueva lucha, mucho más perceptible y desgarradora, hará que se la bandera mantenga su ubicación o, por el contrario, se instale en la mente y el corazón del nuevo derrotado.
Con Ana empieza a ocurrir lo mismo, durante muchos meses la bandera del "sueñus interruptus" ondeó en la cabeza de mamá y papá, de forma que acudíamos a ver a Ana cuando se despertaba en mitad de la noche. Tras una "reunión de guerra" con la psicóloga del cole, decidimos tirar abajo la bandera y probar nuevas estrategias de lucha al respecto: el método Estivil. Trata de atacar al bebé caprichoso por los flancos, por donde no se lo espera... si llora o se queja durante la noche, no se le hace ni puto caso. Esa era, en resumidas cuentas, la nueva estrategia de ataque. Y aunque Ana se defendió con uñas y dientes (estuvimos apunto de batirnos en retirada) conseguimos retener sus embestidas y finalmente nuestra banderita asomaba entre los pelillos de nuestra hija... ¿hemos ganado la guerra? No, solo una batalla, desde que tenemos la nueva casa Ana ha regresado tímidamente a la lucha armada y nos ha pillado con el batallón relajado. Por suerte, son ataques menos furibundos y empezamos a tener la situación bajo control.
Con la bandera de las pinturas lo tenemos jodido, Ana no ha parado de bombardearnos desde que nació y tenemos el campo minado de banderas con su cara... de esta no nos levantamos. En nuestra defensa debo decir que no tenemos una tropa suficiente como para acudir a todas las guerras, lugares como Andorra o Gibraltar tampoco suponen mucho... pues esto es igual, hay batallas que hay que dar por perdidas y ya veremos en el futuro. Por el momento, libro virgen que coge Ana entre sus manos es un libro potencialmente pintable... lo mismo que ciertos muebles de su cuarto. Alguna vez la hemos montado una escaramuza puntual al respecto, pero ahí Ana no es que tenga una tropa, saca el batallón y se ríen todos al unísono de Ele y papá.
Son guerras, batallas, revueltas y momentos de paz... que hacen de nuestro día a día una partida de Risk (como diría el tipejo de Tonchu). Nada excesivamente sangriento ni definitivo. Ninguno gana del todo y por otro lado tampoco queda herido de muerte... es cuestión de posicionarse para los futuros enfrentamientos. Mientras tanto papá se relaja, de vez en cuando, sentado en el sofá mientras Polonia se enfrenta a Grecia en un partido trascendental para nuestras vidas... con la bandera de territorio conquistado en la retina.
Tienes que hacer más entregas de este post. Véase la banderita del desayuno "andaluz", o la del "espera papá, espera" en la rampa de camino al parque. ;-)
ResponderEliminarMola, un viernes con lectura felzmenteatada
Y es que mi nieta es la abanderada de los JJOO domésticos, escolares y recreativos... de momento. Su abuelo fue banderín en la mili y ya se sabe... bendita sea la rama que al tronsco sale.
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