Ya hemos llegado a finales de Agosto, el calor en Madrid (y en media España) empieza a provocar añoranzas de tiempos mejores y más fresquitos. Ana ya ha cumplido 16 meses y se atisban los primeros rasgos de una personalidad que marcará la manera de ser de mi hija: una etapa gratificante no exenta de inquitudes paternales.
Supo hacerse entender a la hora de establecer sus prioridades: cuando le preguntábamos si quería algo, o si se lo ofrecíamos directamente, en lugar de decir no soltaba un ¡adios! acompañado de un gesto manual de despedida.
También ha aprendido un modo de hacer entender que algo no lo quiere sin necesidad de emitir palabra: le pega un manotazo y lo tira al suelo sin contemplaciones (alguna cucharada de puré ha visitado las paredes y suelo de nuestro hogar).
Un beso cura cualquier golpe, lo sabe desde no hace mucho... eso si, empieza a preocuparme que no entienda que sus peluches puedan recibir besos sin más. Para darles un beso primero les pega un bofetón. Toda acción tiene su reacción, acción por si sola no debe tener ninguna gracia para Ana.
Busca los límites. En el parque se acerca a la salida andando de espaldas hasta que ve que su papá se pone serio y la prohibe salir. En ese momento permanece estática durante 5 segundos, me lanza una mirada tratando averiguar qué cojones pienso y acto seguido da un nuevo paso hacia atrás (con más miedo que vergüenza).
Si le digo que venga conmigo, sin ningún beneficio para ella, no entiende que quien manda soy yo y me mira con una indiferencia peor que cualquier insulto (tengo que pensar qué medida no violenta empleo para convencerla de que se acerque, no puedo ir con un Pocoyo de peluche escondido en el bolsillo a todas partes).
Empieza a tararear sus canciones preferidas... todas empiezan con un "Tata" y dando palmas, y ahora me toca a mi ver qué le ha inspirado una canción para cantarla y deje de aplaudir con la metralleta de fondo (porque si se me ocurre cantar otra canción que no es la que espera aguanta unos segundos de cortesía y vuelve con el "Tata" como diciendo: Imbécil no ves que no es esa la canción que tarareo!).
Y todo esto viene regado con el nacimiento de una muela y otra en camino, vacuna de la triple vírica y su consiguiente reacción en forma de fiebre de 3 días (debe ser que como es triple son 3 días...), la adaptación a la escuela de verano (gracias por los consejos profe Ros) y los 40 grados a la sombra que nos proporciona un Madrid en ebullición. Total, que llega el momento de ponerme delante del ordenador a escribir estas historietas y me entra pereza (lo siento madrina), mis pocos ratos libres los empleo en desconectar un poco, en dejarme llevar por la caja tonta, en hacer comidas, algo de deporte y poco más.
Y es que como decía Constantino Romero: el tiempo es oro, más si cabe cuando se es padre. Hay que ser honesto, el tiempo libre que ahora nos deja Ana es más limitado que el que nos dejaba al nacer pero de muchos más kilates.
Ayyy, que ruinita estoy hecho.
Oye Fuelle, que te echábamos de menos, me alegro de que des señales de vida. Efectivamente, el tiempo es oro, y con un crío en casa todo gira a su alrededor. Me parece bien que priorices, es necesario. Pero no dejes esto, vale?
ResponderEliminarFuelle dijo:
ResponderEliminarQué pasa Mama mimosa!, ya te he leido y veo que te has dado un margen más amplio para obtener lo que os proponeis, me parece de lujo.
Yo creo que si empiezas a cambiar el chip y te planteas esto de la paternidad como el "agotamiento total en forma de bebé" podrás tener más posibilidades de lograr el objetivo. Muchas veces cuanto menos ansiedad tienes más probabilidades surgen... seguro que si yo ahora me pongo a buscar el segundo lo consigo antes de intentarlo... buf, mejor no pensarlo, jaja.
Un agosto duro este, cada diente que le brota a un bebé debería venir acompañado de un par de medallitas para que el papá y la mamá nos los colocásemos en la pechera, igual que los méritos militares.
ResponderEliminarEs difícil esconder una sonrisa de orgullo cada vez que alguien le dice a Ana: -¡Pero cuantos dientes tienes ya!-.
La pitufa es toda una campeona ya.
vaya, no sabía nada yo de este rincón... Felicidades pues, por cada diente. Cada cual que se cuelgue su medalla!
ResponderEliminarFuelle dijo...
ResponderEliminarTres noches, tres, de relativa calma nocturna difuminan peligrosamente cada medalla conseguida, y es que lo bueno (por poco que sea) borra las penurias pasadas (por suerte o por desgracia).
Y ya ven ustedes señores de kajota, aqui tengo un rincón donde respiro de vez en cuando, que cuando sea mayor y necesite aire aqui tendré guardada mi botella de oxígeno.
Ya, ya era hora. Ya teníamos mono de "Felizmente..."
ResponderEliminarHas de saber, padre condecorado, que hay rincones no madrileños donde salen los colmillos sin dolor.
Me parece que la niña ha salido vacilona, como su padre. Todo te cae encima. Jejeje.
ResponderEliminarAhora la correa se ve desde el extremo y quizá parezca más larga. Puede que para verlas venir antes... ¡Ánimo papás!
Constantino creo que no es abuelo. Porque para mí el tiempo que estoy con Ana lo valoro mucho más que el oro, para mi es VIDA. Eso si, antes tengo que darme un chute de café.
ResponderEliminarEl comentario anterior no es de un anónimo, soy yo, que caray....
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