martes, 14 de diciembre de 2010

Llegó la hora: estamos de parto (Volumen 3)

Llega el momento, a tu chica la ponen la oxitocina y la epidural, y tú, mentalmente, estás pidiendo a gritos que te pasen un calmante de esos de efecto inmediato. Pero claro, tu eres un marido ejemplar y serás el mejor padre del mundo asi que tu función es mantener la calma, tranquilizar al personal y actuar con relativa normalidad (ya llorarás más adelante... vaya si llorarás!).

La matrona del hospital viene cada vez con más regularidad a ver el estado de la "paciente" y su dilatación, hasta que llega un momento que dice: nos vamos al paritorio, Ana está a punto de nacer!... ay Dios, vamos para el quirófano.

A tu chica la meten para dentro y a ti te dejan en "boxes" poniéndote la bata, las fundas para los zapatos, los guantes y el dichoso gorrito de hospital, del que no se conoce persona humana al que le siente bien. Evidentemente, no asistes a todo el proceso del parto en quirófano, te llamarán cuando falte muy poquito. Mientras a esperar a una distancia prudencial... con unos nervios que se te sale el corazón por la boca. Sin embargo puedes adivinar cómo va el asunto por ciertos detalles que acontecen: primero entran la matrona, el ginecólogo y un par de enfermeros, posteriormente salen de forma escalonada y empiezan todos a lavarse las manos en un ritual la mar de curioso y por último llaman al enfermero del banco de sangre para que esté preparado... jodo, tú piensas: se acerca el momento, e incluso si estás cerca del quirófano oyes a tu pareja empujar (la adrenalina se dispara) y de repente sale una enfermera y te dice: !que pase el papá!... ostias!, la primera vez que me llaman papá... qué raro suena, no? Coño papá es mi padre y sanseacabó... yo seré el hijo, el chaval, el crio... pero papá?

Entras y ves a tu chica postrada en la camilla con cara de cansancio pero con el brillo en los ojos del que sabe que se acerca el momento más importante de su vida. Un par de empujones más y voilá! Ana viene al mundo con una sonrisa en la boca... ey, que no, que se puso a llorar como una condenada. También es normal, eran las 4 de la mañana y no eran horas para romperla el sueñecito, ¿cómo os sentaría nacer a las 4 de la mañana? A mi fatal... (debe ser por eso que ahora se quiere vengar despertándonos a horas intempestivas de la noche, yo también lo haría... por cabrones!).

Habrás podido visualizar ese momento en tu mente miles de veces, pero cuando lo vives en persona es un momento único e impresionante, ¡es tu hija!, y está mal decirlo, pero era la chica más guapa que había visto nunca... tampoco puedo asegurarlo con certeza ya que las lágrimas me impedían tener una visión objetiva de la situación. Cuando uno llora tiene una vista acuarelada de la realidad.

Se la ponen a la mamá encima y tu vida cambia justo en ese instante, sois las personas más felices del mundo, ya vendrán los sustos, los pañales, las noches en vela, los catarros, los golpes... pero justo en ese instante sólo piensas en lo feliz que eres...

5 comentarios:

  1. Ahora mismo tengo "una vista acuarelada" de tu blog.

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  2. Ele, yo estoy igual! y eso q sólo soy la "tía" si fuera la madre... jejej

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  3. Me encanta David leer estos pasajes. Algún día Anita estará encantada de leer lo que sintieron sus papis cuando llegó al mundo.
    Mon.

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  4. Ele, Marta... está bien que estas cosillas os acuarelen la vista, si hay que ponerse blandito que sea por estas ocsas y no por otras. Os advierto que yo nunca he sido de acuarelarme, pero desde la paternidad soy una magdalena de desayuno con vida propia y una hija atleta.

    Sr. Mon, (el otro día a alguien se le escapó su verdadero nombre... que risa). Es todo un placer que el Mario Vargas Llosa de la literatura vallecana lea mis experiencias más recientes (si algun día le plagio algún fragmento no me denuncie, es sencilla admiración por su obra).

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  5. Pues a mí, acuarela, acuarela... más bien vidriera.
    Y es verdad; para mí los abuelos eran señores ancianitos de la época en que yo era un mocoso. Pero ¡coño! ahora resulta que el mocoso también es abuelo. ¿Qué pensará Anita de este señor antidiluviano?
    Ya os digo, vidriera.

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