Hace varios meses que vengo dándole vueltas a la idea de "sincerizar" la paternidad... soy consciente que puede sonar extravagante, pero lo cierto es que observo, en la actualidad con simpatía y en el pasado con incredulidad, que existe una parte fundamental de ese "milagro" que nos pasan por alto.
Hace ya dos o tres años que un alto porcentaje del entorno familiar, laboral y amistades nos vienen repitiendo: sed padres, la paternidad es el punto culminante en la vida de una persona... Y es muy cierto, pero ninguno de los consejeros comentó nada de que ese prometido cambio de vida traía consigo una letra pequeña que raras veces sale en la conversación. Existen una serie de "incomodidades" que voy a ir desgranando poco a poco en este blog que me servirá, a su vez, de terapia personal.
Pero antes de cerrar este primer artículo introductorio, quisiera hacer referencia al título del mismo: "Es una cuestión de prioridades": Un buen amigo, en la tarjeta de felicitación por mi reciente paternidad, nos aconsejó de la siguiente manera: Recordad que primero sois personas, luego pareja y, en último lugar, padres. ¡Jodo, no daba crédito!, siempre había pensado que el orden de prioridades era exactamente al contrario... aunque hablando más sosegadamente con el autor del mensaje me di cuenta que había un porqué en sus palabras (en un futuro entraremos a analizar más concienzudamente el quid de la cuestión).
Tras un largo debate público llegamos a la conclusión que, en la vida, ser individuo, pareja o padre no deja de ser una mera cuestión de prioridades... si aún no os habéis topado con ello, disfrutad de la vida.
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